domingo, 25 de diciembre de 2011

La familia Wittgenstein en la Gran Guerra (3). Paul Wittgenstein.

Viene de La familia Wittgenstein en la Gran Guerra (2). Ludwig Wittgenstein.

A diferencia de su hermano Ludwig, los motivos de Paul para entrar en la guerra eran más ideológicos y patrióticos que una oportunidad de poner a prueba la propia valía. Lo que sí compartía con Ludwig era el pesimismo respecto de las posibilidades de las armas austríacas. Paul, que era un monárquico convencido, se temía que el único futuro de los Habsburgo era perecer con honor. Como Paul sí que había hecho el servicio militar y era teniente en la reserva se incorporó a su antiguo regimiento: el sexto de Dragones.

El 23 de agosto de 1914 Paul Wittgenstein llevaba cuatro días destinado en la zona de Galitzia. Ese día Paul dirigió una patrulla de reconocimiento formada por seis hombres cuya misión era encontrar y tomar nota de la posición y número de las tropas rusas en el sector. Desde el final del bosque de Topola pudieron tomar cuenta de la reunión de tropas que se estaba formando en la planicie de Grabowiec. Según el discurso oficial Paul se portó con gran valor. Cayeron bajo el fuego de una patrulla rusa y Paul salvó a dos de sus compañeros heridos. A continuación lideró el contraataque que permitió salvar la situación. A partir de ese momento Paul no recordaba nada porque fue herido de bala en el codo del brazo derecho y el extremo dolor le hizo desvanecerse rápidamente. Tiene recuerdos inconexos de cuando le conducían al hospital militar y ya está. Respecto a su comportamiento heroico precedente Paul confesó a su madre que no había nada de eso: “Tú no lo creerás pero yo sé que no.” Da igual, Paul fue condecorado en 1916 por esa acción, pasara lo que pasara.

Cuando Paul se despertó de la operación tuvo dos buenos motivos para desesperarse. Los médicos le habían cortado el brazo y, encima, los rusos acababan de ocupar el hospital. Esto tuvo consecuencias sobre él ya antes de ser prisionero recién mutilado. La operación había sido hecha bajo la presión de la llegada de los rusos y fue bastante chapucera. Tiempo después Paul tendría que ser operado otra vez para que le arreglaran el muñón.

Si ser soldado ruso ya era duro mucho más lo era aún ser su prisionero. La Convención de La Haya que regía, a la sazón, las relaciones entre prisioneros y captores dictaminaba, por ejemplo, que los prisioneros debían poder mantener sus posesiones materiales. Sin embargo, se hacía difícil de cumplir cuando sus captores carecían prácticamente de todo. La corrupción de los rusos añadía más sufrimientos a los prisioneros austríacos. Paul pudo comprobar en su largo y penoso viaje en tren hacia el este que era inmune a las picaduras de pulgas y piojos. No les gustaba su sangre.


Un joven Paul Wittgenstein. Imagen: bach-cantatas.com

Hasta tres semanas después de ser capturado no pudo Paul escribir a casa. Y tres meses tardó, yendo siempre hacia el este, en llegar a Omsk, la capital de Siberia occidental. Una ciudad de unos 130.000 habitantes que acogía a unos 96.000 prisioneros de guerra. Paul pudo hacer valer sus privilegios como oficial. No tenía que hacer labores físicas y recibía 50 rublos al mes para poder comprar comida, jabón y otras cosas importantes. Bueno, la verdad es que pocas veces veía esos 50 rublos dada la corrupción de los rusos, pero seguía estando comparativamente bien tratado. Fue alojado en el hospital de Omsk, que carecía de casi todo pero que era más limpio, por ejemplo, que el hospital en Orel donde le habían alojado con enfermos de tifoideas y difteria.

Antes de llegar al hospital de Omsk Paul ya había decidido, con brazo o sin él, que continuaría su carrera como pianista. Tenía tres referentes a los que imitar. El primero su propio profesor y mentor, íntimamente unido a la familia Wittgenstein, el organista ciego Josef Labor. El segundo era el conde húngaro Géza Zichy, que había deslumbrado a Listz con su ejecución pianística utilizando sólo la mano izquierda. Con motivo de la guerra y del aumento de número de discapacitados escribió un libro de autoayuda en el que explicaba cómo desenvolverse en el mundo con la ayuda de una única mano. Uno de los ejemplares le fue enviado a Paul mientras estaba todavía cautivo. El tercer referente era el virtuoso lituano Leopold Godowsky que había arreglado obras de Chopin para tocarlas con la mano izquierda.


Josef Labor, mentor de Paul e íntimo de los Wittgenstein. Imagen: wikipedia

Paul cogió un cajón vacío y en él dibujo con carboncillo las teclas de un piano. Paul no conocía los arreglos de Godowsky pero sí de su existencia. Los estudios de Chopin sí que los conocía bien porque los había interpretado en un par de ocasiones antes de la guerra. A priori parecía imposible de ejecutar a una sola mano pero Godowsky lo había conseguido exitosamente, luego se podía hacer. Así que Paul se pasó hora tras hora golpeando aquel cajoncillo con los dedos de su mano izquierda mientras reconstruía en su cabeza como sonaba y como podría sonar.

Los golpecitos de Paul en el cajoncito llamaron la atención de un diplomático danés llamado Otto Wasted. Hay que recordar que Dinamarca fue un estado neutral durante este conflicto y tenía un consulado abierto en Omsk que aprovechaba para realizar tareas de supervisión en nombre de la Cruz Roja. Wasted se dirigió al gobernado militar pidiéndole que Wittgenstein fuera llevado, cuando se le diera de baja en el hospital, a un lugar equipado con piano. En realidad eso no era tan difícil. Omsk no estaba preparada para soportar esa avalancha de prisioneros y tenían que alojarlos muchas veces, mientras se construían los barracones pertinentes, en equipamientos ya existentes como bodegas, mataderos, burdeles e, incluso, hoteles.

Así que hacia febrero de 1915 Paul fue transferido a un hotel de Omsk donde pudo empezar a practicar al piano con su mano izquierda. Su objetivo era trabajar sobre todas las piezas que recordaba para que fueran “tocables” con su única mano. Para abril había progresado bastante y se veía animado para escribir a casa pidiendo que Josef Labor escribiera algo para que fuera interpretado con la mano izquierda. Labor comenzó a trabajar en ello y pensó en enviárselo a Siberia pero por distintas circunstancias Paul no conocería la obra hasta su regreso a casa.

Mientras tanto, fue interceptada por los rusos una carta de Wadsted en la que se quejaba del trato recibido por los austríacos en Omsk. El comandante ruso de los campos de prisioneros en Omsk, el general Alexei Plavsky, acusó a su vez a Wadsted de espionaje y presionó para que el consulado danés fuera cerrado y Wadsted repatriado. En la vorágine del caso un oficial austríaco que vivía en el mismo hotel que Paul fue detenido, juzgado y condenado a muerte por espionaje. Afortunadamente intervino la princesa alemana Cunigunde von Croy-Dülmen, quien ejercía de inspectora de la Cruz Roja, y que contrató a un abogado que pudo demostrar la conspiración contra el oficial austríaco. Aunque esta parte salió bien los oficiales alojados en el hotel donde Paul estaba residiendo fueron trasladados. El gobernador de Omsk, general Moritz, fue acusado, durante este escándalo, de conspirar para reservar a los oficiales germánicos los mejores sitios. Claro, con ese apellido, ¿qué se podía esperar? Las directrices, sin embargo, eran que los mejores sitios fueran reservados a los prisioneros eslavos con la esperanza de que se pasaran a su bando. En suma, Moritz se asusta y echa a los oficiales de origen germano a sitios peores. Paul no sólo perderá su piano sino que será arrojado a un sitio terriblemente peor que el precedente.

El Krepost, situado a las afueras de Omsk, ya había ganado fama universal a través de los recuerdos de Dostoyevsky, que había pasado ahí una larga temporada. No quedaba mucho de la estructura física que tenía cuando fue construido en el siglo XVIII pero mejor no estaba. Consistía en unas cuantas barracas sin calefacción de madera y ladrillos rodeadas por una valla alambrada de 21 pies de alto y con seis torres de vigilancia. Nürse Brändström, inspectora de la Cruz Roja, lo consideraba único incluso para lo habitual en Siberia. Otros observadores internacionales lo consideraban un deshonor para Rusia, un refugio para los piojos, un lugar sólo bueno para coger la tifoidea y otras enfermedades. El Krepost, teóricamente diseñado para 300 personas, albergaba 1000 prisioneros. Los encargados de la prisión no ahorraban sadismos. Por ejemplo, no es que Paul no pudiera tocar el piano ni ningún otro instrumento sino que estaba prohibido cantar o silbar. La comida la hacían los prisioneros pero no contenía la carne que supuestamente se les debía dar, vendidas por sus vigilantes rusos en el mercado negro, y consistía en huesos, pezuñas, cabezas y orejas hervidas. No tenían letrinas ni, ante sus ruegos, se les permitió hacerlas. Las necesidades se tenían que hacer en agujeros en el suelo por lo que los prisioneros que tenían una o las dos piernas amputadas debían ir acompañados de alguien.

Monumento a Dostoyevsky en Omsk. Imagen: wikipedia

Paul estaba perdiendo la esperanza. Paul sabía que había figurado en alguna de las listas de intercambio de prisioneros, en las que figuraban en primer lugar los enfermos y discapacitados porque se contaba con que estos nos volverían a empuñar las armas. Sin embargo, el tiempo pasaba y el intercambio no se producía. La familia de Paul empezó a preocuparse porque se dio cuenta de que el tono de sus cartas era cada vez más amargo y más crítico y esto le podía ocasionar serios disgustos con las autoridades rusas. Una carta que consiguió sortear la censura era muy atrevida: cifraba sus únicas esperanzas en una victoria austríaca y decía que de buena gana donaría un millón de coronas a la causa de las armas austríacas. Menos mal que no decía nada de la epidemia de tifus que se había desatado entre los prisioneros. La suerte de Paul es que era inmune porque, por lo visto, se contagiaba a través de los piojos.

Hasta el verano de 1915 no se produjo el primer intercambio de prisioneros y Paul no estaba entre los afortunados. Uno de los que sí consiguió volver desde Omsk a casa en aquella ocasión, el teniente Gürtler, aprovechó para visitar la gran casa de los Wittgenstein en Viena. Ahí les explicó por qué Paul no estaba entre los liberados. Leopoldine, la madre de Paul, había mandado grandes sumas de dinero a Paul. Este dinero no había llegado a Paul, se lo habían guardado sus vigilantes y estos, lógicamente, no tenían ninguna intención de perder estos ingresos. No está claro que hizo Leopoldine al respecto pero durante el otoño fue enviado a Moscú a ser examinado por una comisión médica. Esta reconoció su grado de incapacidad y también advirtió a Paul que, de ser devuelto a Austria y fuera nuevamente capturado vistiendo el uniforme austríaco sería inmediatamente pasado por las armas.

En noviembre de 1915 Paul estaba de nuevo en Viena. Lo primero que hizo fue a que le arreglaran el estropicio que le habían hecho al cortarle el brazo, operación que tenía su dificultad y que le tuvo dos semanas de dolorosísima convalecencia. Pasada esta, se reincorporó con desbordante energía a su nueva vida y empezó a organizar su anunciada donación de un millón de coronas. La otra cosa, más importante aún, que Paul inició con firmeza obsesiva fue los ensayos para el concierto que Labor había escrito para él. Tuvo la desgracia, sin embargo, de caerse en el baño sobre la mano que le quedaba y romperse un hueso de un dedo. Paul estuvo un mes entero sin poder practicar. No fue hasta el 11 de marzo de 1916, dos meses y medio después del resbalón, que Paul ejecutó esa obra en una audición privada en el Salón de música del palacio de los Wittgenstein en Viena. El 28 de octubre de 1916 Paul tocó otra pieza compuesta para él por Labor. En ambas ocasiones los asistentes quedaron encantados. En esta segunda interpretación asistió el empresario Hugo Knepler, que organizó un concierto público para el 12 de diciembre en Viena. Los carteles anunciadores no hacían referencia a la condición de concertista manco de Paul, pero sí explicaba que las obras seleccionadas estaban arregladas para ser tocadas a una sola mano.
Este concierto le abrió las puertas. Las autoridades vieron en él una fuente de inspiración y comenzó una serie de exitosos conciertos ante audiencias de soldados, inválidos y trabajadores en ciudades como Wroclaw, Kladno, Teplitz, Brno y Praga y en marzo de 1917 debutaba, con gran éxito también, en Berlín.
Sin embargo, Paul no está enteramente conforme con su apacible presente cuando el destino del Imperio está en juego. Hace mover sus influencias y consigue ser readmitido en el ejército en agosto de 1917, a pesar de la amenaza de que sería fusilado por los rusos si volviera a ser capturado. Al principio estuvo haciendo tareas administrativas menores en la pequeña ciudad de Hermagor, lo cual le puso de bastante mal humor. Pero a finales de septiembre de 1917 es destinado al Cuartel General del IV Ejército en Ucrania occidental. Aquí tuvo el deleite de comprobar que podía telegrafiar con una mano más rápidamente que sus compañeros. La máquina que utilizaban era una Hughes, que tenía un teclado similar al de un piano, con catorce teclas blancas y catorce teclas negras.


Telégrafo Hughes. Imagen: wikipedia

A finales de febrero de 1918 vuelve a Viena de permiso al disolverse el IV Ejército. Enviado al frente italiano como ayudante del general Anton Schiesser fue desmovilizado en agosto de 1918. Las razones son desconocidas. Paul siempre se mantuvo orgulloso de su actuación en el ejército, así que es muy probable que el motivo no fuera deshonroso sino alguna enfermedad, fácilmente la gripe española.

Continúa en La familia Wittgenstein en la Gran Guerra (4). Kurt Wittgenstein.

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