miércoles, 26 de enero de 2011

Henry Tandey.

Henry Tandey (1891-1977) fue el soldado de tropa más condecorado del Ejército británico durante la I Guerra Mundial.
Tandey se alistó en 1910 en el Regimiento Green Howards y estuvo destinado en Guernsey y Sudáfrica hasta el comienzo de la guerra. Llegó con su unidad a tiempo para participar en la Primera Batalla de Ypres (1914). Fue herido durante la Batalla del Somme (1916) y después fue herido en una segunda ocasión en la Batalla de Passchendaele (1917). En julio de 1918 fue transferido al Regimiento Duque de Wellington.

barro en passchendaele

Passchendaele. Imagen: the canadian encyclopedia.



El 28 de agosto de 1918 su unidad estaba siendo inmovilizada por el fuego de los alemanes. Tandey se incorporó y junto a otros dos hombres atravesó la tierra de nadie y lanzó varias granadas sobre la trinchera alemana matando a varios soldados germanos de esta manera. La oposición alemana cesó, la trinchera fue capturada y Tandey regresó con unos veinte prisioneros alemanes. Por esta acción fue condecorado con la Medalla de Conducta Distinguida.

El 11 de septiembre de 1918 Tandey rescató a varios compañeros heridos y al día siguiente, 12 de septiembre, volvió a liderar un ataque con granadas que fue un nuevo éxito. Por esta acción sería condecorado con la prestigiosa Medalla Militar.

El 28 de septiembre de 1918 se encontraba luchando en los alrededores de Marcoing cuando su pelotón fue detenido por fuego de ametralladoras alemanas. Tandey se arrastró hasta que consiguió localizar la ametralladora enemiga y guió a un equipo que manejaba una Lewis para que acabaran con los teutones. Después consiguió reparar un puente que atravesaba el canal de St.Quentin permitiendo pasar a sus compañeros. Al anochecer, él y ocho de sus compañeros fueron rodeados por los alemanes. Tandey, quien se encontraba ya herido, lideró a sus camaradas en un ataque a la bayoneta calada que sorprendió a los alemanes e hizo que se rindieran 37 de ellos. Por estas acciones fue más tarde condecorado con la Cruz Victoria, la más alta distinción posible en el Ejército británico. Aquel día también tuvo en su punto de mira a un soldado alemán que retrocedía herido. Le dio pena. Según su propio testimonio tenía como regla autoimpuesta no disparar sobre enemigos heridos o prisioneros. No disparó y olvidó el lance durante muchos años.

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Henry Tandey luciendo, de izquierda a derecha: la Cruz Victoria, Medalla de Conducta Distinguida, Medalla Militar, Estrella de 1914, Medalla Británica de Guerra y Medalla de la Victoria. Imagen: Wikipedia.

En 1938 recibiría una llamada telefónica en su domicilio procedente del entonces primer ministro británico Neville Chamberlain.

En 1940 adquiriría cierta celebridad ante la opinión pública británica por acontecimientos que habían sucedido hacía más de veinte años. También manifestó su interés en alistarse para acabar un trabajo que no había completado durante la Gran Guerra.

miércoles, 19 de enero de 2011

Anthelme Mangin.

Cuando en 1918 termina la I Guerra Mundial el ejército francés contabiliza entre 200.000 y 300.000 desaparecidos. Es duro de aceptar, especialmente en aquel momento, pero la inmensa mayoría están muertos, pulverizados por los obuses alemanes o enterrados bajo sucesivas capas de tierra removidas por el fragor de los bombardeos. Técnicamente, sin embargo, existe esperanza de encontrar vivos a muchos. Puede tratarse de desertores o prisioneros; puede tratarse también de hombres que no hayan dejado su vida, su cuerpo físico en el campo de batalla sino su vida anterior: pueden ser amnésicos. Anthelme Mangin es uno de esos hombres transtornados irreversiblemente por las calamidades del frente occidental y cuya historia real se va a transformar en símbolo del drama de toda una sociedad -la francesa- que fue la que pagó un precio más alto -proporcionalmente- es esta guerra.

A principios de 1918 los alemanes repatrían a Francia un cargamento de prisioneros que consideran no recuperables para el combate. Del convoy sale, entre otros muchos, un hombre alto sin chapa identificativa y sin detalles que puedan dar cuenta de su unidad. No es capaz de dar razón de sí mismo y a las preguntas insistentes de los gendarmes sólo puede balbucear algo parecido a Mangin.

mangin rodez

El soldado sin memoria de Rodez según imagen de La Depeche.

Diagnosticado con amnesia y demencia precoz recorre varias residencias hasta que queda instalado en la de Rodez. En 1920 aún se cuentan seis soldados amnésicos que todavía no han sido identificados por sus familias. Sus fotos son publicadas en toda las prensa de Francia. En 1922 sólo queda Mangin y su foto vuelve a ser publicada en la prensa francesa. En esta ocasión produce una conmoción. Ahora sí, es la última oportunidad para cientos de franceses de recuperar al familiar perdido. Y no sólo franceses. Llegarán reclamaciones de Escocia y Canadá. Los admnistradores de la residencia de Rodez tendrán auténticos problemas para gestionar la avalancha de solicitudes, visitas y requerimientos que se les viene encima. El director del centro, el señor Feynarou, habrá de hacer gala de un extraordinario coraje para valorar con ecuanimidad las pruebas presentadas por los peticionarios y no dejarse conmover por las lágrimas ni intimidar por las amenazas. Valga el ejemplo de la familia de Victor Brillé, caído en el frente en diciembre de 1915, la cual acusaba al centro de haber manipulado su apariencia física.

Hasta 19 familias llevaron a los tribunales sus reivindicaciones sobre el pobre Mangin, quien atendía con la misma amabilidad indiferente todas las visitas. La batallas judiciales se suceden y llegamos a los difíciles años 30. Sólo dos familias perseveran. De una parte, Lucie Lemay, convencida de que está ante su perdido marido Marcel. De otra parte, el señor Pierre Manjoin, quien reclamaba tener ante él a su hijo Octave, un sencillo camarero en la vida civil.

Los juzgados de Rodez darán la razón a Pierre Manjoin en 1937. Dictaminaban que se trataba de Octave Manjoin, herido y hecho prisionero en 1914. El Tribunal de Apelación de Montpellier volvía a dar la razón a Manjoin en 1939 pero para entonces Pierre Manjoin ya había fallecido. Con él se iba el último famliar directo de Octave.

Anthelme Mangin/Octave Manjoin murió de malnutrición en el asilo de Rodez en 1942. Según Jean-Yves Le Naour, los alemanes estaban aplicando un programa encubierto de eutanasia a los enfermos mentales: no les daban de comer.

Para saber la historia mejor y más completa acúdase al libro de Le Naour:

mangin francés
Imagen: atoutlivre.com

Está traducido al inglés:

mangin inglés

Imagen: macmillan.com

He utilizado para confeccionar este post la entrada de la edición francesa de la Wikipedia para Anthelme Mangin, The Living Unknown Soldier by Jean-Yves Le Naour, L'énigme de l'amnésique de Rodez, Le Poilu sans nom y The Living Unknown Soldier by Jean-Yves Le Naour, trans Penny Allen.

martes, 11 de enero de 2011

Hombres contra la guerra: Uomini contro, 1970.

La novela escrita por Emilio Lussu en la que narraba sus experiencias en el frente, Un año en el altiplano, tuvo una secuela cinematográfica estrenada en 1970: Uomini contro, una producción cuyo título, parece ser, fue traducido al castellano como Hombres contra la guerra.

Los personajes principales están extraídos de la novela aunque el trasunto narrativo de Lussu será bautizado en la película como teniente Sassu -extravagancia que se me ocurre mientras escribo. Ni Lussu ni Sassoon: Sassu.- Explorando por youtube se puede acceder a algunas de las escenas más memorables y/o espantosas de la película, eso sí, en el italiano original.
Han pasado unos años desde su producción y las muertes en el cine no son iguales. Aquí cuando los soldados son ametrallados todavía caen despacio, como si un ente se apoderara de sus almas a lo Final fantasy o como si tuvieran miedo de lastimarse al caer al suelo. Sin embargo, ciertas escenas aún conservan una fuerza desgarradora.


En esta película hay de todo. En esta escena vemos un ataque de la caballería austríaca que encuentra en su carga a las ametralladoras italianas:



En esta escena el teniente Ottolenghi propone al teniente Sassu cargarse a todos los oficiales superiores. Sassu manifiesta su escepticismo.



Ataque nocturno bajo el sonido de las trompetas que animan a la tropa atacante y asustan a los austríacos. Bien, bueno, de acuerdo, tal vez ese efecto no se lograra plenamente. Sin embargo, fijaros en la luz al final que parece llamarles. Gran acierto dramático y estético.



En esta escena Sassu va al hospital a visitar a un compañero gravemente herido, desahuciado de hecho. Si sigue al libro se trata entonces del teniente Avellini. Paralelamente a la imagen de Sassu entre conmovido e indignado se escucha un inspirado discurso que apela al espíritu del Dulce et decorum est horaciano.



Esta escena de la película es sobrecogedora y, cuarenta años después, no ha perdido su fuerza original. La decimación era un tipo especialmente injusto de castigo por el que se ejecutaba a uno de cada diez soldados que habían participado, por ejemplo, en un ataque frustrado. Si bien los alemanes adquirieron una oscura reputación por la dureza y rigidez de la disciplina prusiana no tengo constancia de que utilizaran estos castigos. De hecho, durante la Gran Guerra fue -de las mayores potencias y si no me equivoco- la que menos soldados propios ejecutó. Sin embargo, son los italianos, con esa falta de seriedad y con esa alegría por la vida estereotipadamente mediterránea, quienes se destacaron con estas prácticas salvajes. Ejemplos similares también están registrados en el ejército francés.
El diálogo que precede a la decimación sí aparece en la novela de Lussu, pero esa conversación no continúa de la misma manera en la novela. El mayor Melchiorri, recién llegado de África, sostiene que para vencer al enemigo se debe ejercer una disciplina como aquella a la que son sometidas las tropas coloniales. Su interlocutor le responde que eso no es posible porque el ejército italiano está formado por ciudadanos. Melchiorri, naturalmente, desprecia tal hecho. Al ejército italiano de ciudadanos se le aplica la decimación. Sí, cuesta de creer.



Esta escena es particularmente célebre. El general Leone envía a sus hombres ridículamente protegidos por yelmos y corazas como si fueran caballeros medievales y son fácilmente abatidos por los soldados austríacos.
El caso es que está basado en hechos reales, es decir, las corazas farina -juraría que Leone dice "corazze Fasina" o algo así- sí que se utilizaban. Se enviaban a escuadras de zapadores con la misión de hacer huecos en las alambradas enemigas por donde pudiera pasar la oleada de atacantes propia. No utilizaban yelmos como en la película. Lussu explica en su novela que estos hombres avanzaban con la cabeza agachada porque su cara no estaba protegida. Si queréis más información sobre las corazas farina aquí y aquí.

En cuanto al ataque que se produce a continuación Mark Thompson destaca, en su obra The White War, que hay documentadas al menos unas seis ocasiones en las que, efectivamente, los austríacos dejaron de disparar sobre los italianos y cree ver en ello un factor diferencial de este frente. De que los italianos dejaran de disparar sobre los austríacos en una situación inversa no dice nada.




Esta escena adquiere tensión añadida si se conoce el contexto. La tronera número 14 está bajo el fuego preciso de un tirador austríaco. A pesar de lo pequeño de la ranura por la que los italianos pueden observar, cada vez que se destapa y alguien intenta mirar el soldado austríaco coloca certeramente una bala.



Esta escena muestra, una vez más, la despiadada estupidez de los mandos italianos. Además, esta escena en particular creo que se entiende bastante bien.




Esta escena es bastante fiel a lo contado en la novela. Con el ruido yo no entiendo bien lo que dicen y no estoy seguro de si lo explican. Bueno, según relata Lussu, el bombardeo es, encima, fuego amigo. El refugio en el que se meten los soldados parece muy vulnerable y deciden salir fuera porque tienen la percepción de que estarán más seguros fuera que en esa ratonera. El mayor Melchiorri se lo toma como una insubordinación frente al enemigo y decide ejecutar una decimación.



Yo no sé vosotros, pero, para mí, vaya descubrimiento de película...

lunes, 3 de enero de 2011

Emilio Lussu.

Emilio Lussu (1890-1975) nació en el seno de una familia acomodada de Cerdeña. Se licenció en Derecho en 1914 pero en la Universidad aún tuvo tiempo de mostrarse como partidario de la intervención militar contra Alemania y Austria. Parece que su furor guerrero se fue entibiando conforme su experiencia en el frente le iba horrorizando. Lussu combatió encuadrado en la Brigada Sassari, una unidad formada principalmente por sardos, haciéndolo en calidad de oficial. La Brigada Sassari fue especialmente castigada por la dureza de esta guerra y sus índices de bajas son superiores a los de la media del ejército italiano. Unos veinte años después Lussu relataría parte de su experiencia en las trincheras en la novela Un año en el altiplano.

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Lussu con la Brigada Sassari al fondo. Posiblemente un fotomontaje. Imagen: centaurochirone

La vida de Lussu tras la guerra no perdió demasiado en acción. A su pesar, la suya fue una vida plena de emociones violentas. Para 1921 figura entre los fundadores del Partido Sardo de Acción, de ideología nacionalista. Resulta extraño que un hombre con su currículum de luchador antifascista aparezca en las negociaciones que este Partido Sardo de Acción abriera con el Partido Fascista. Los historiadores no han sido capaces de aclarar las condiciones en que se dieron estas conversaciones. Fuera como fuese, Lussu abandonó estos contactos y la unión del Partido Sardo de Acción con los fascistas se produjo finalmente pero no con su apoyo.
Lussu conseguiría acta de parlamentario pero dejaría su puesto en el hemiciclo al estar entre los que abandonarían la Asamblea en protesta por el secuestro y muerte de Giacomo Mateotti. Su conocida postura antifascista le haría ser víctima de varias agresiones físicas. En una ocasión tuvo que hacer frente a cien activistas armados que pretendían entrar en su casa en Cagliari. Lussu disparó y mató a un hombre en tal ocasión. Por este hecho fue procesado y aunque se pudo demostrar que había actuado en defensa propia fue condenado a sufrir exilio en la isla de Lipari.

Emilio Lussu
Imagen: bellasardegna.it

De este confinamiento se las arregló para escaparse y llegar a París. Unos años después lo encontraremos en España luchando por la legitimidad de la República. Por aquel entonces su salud ya estaba bastante quebrantada y no estará mucho tiempo en los frentes de España. Entre 1936 y 1937 descansa en un sanatorio suizo donde escribe su novela Un año en el altiplano.
No regresará a Italia hasta el armisticio de 1943. Aún tendrá tiempo para participar en la Resistencia y desde 1945 será ministro en dos gobiernos de Italia.

Emilio Lussu
Imagen: Wikipedia

Si alguien pasa unos días en Cerdeña, tal vez pueda llegarse hasta Armungia, la localidad natal de Lussu, y pasar un rato en el museo Lussu.